sábado, 30 de octubre de 2010

Un día gris

Hoy hace un día gris, las nubes están altas y el frío gélido entra dulcemente por mi ventana. Estoy absorta en mis pensamientos. Me siento rara. No sé que decir ni que pensar. Estoy sin palabras. Sin saber que decir ni hacer. Contradicciones que van y vienen como los pájaros que vuelan cerca de los árboles caduca que tengo a mi alrededor. Ellos me escuchan, me sienten. Son mis amigos del día y mis vigilantes en la noche. Quiero volar, les digo, pero hacen caso omiso y ahí siguen de un lado para otro sin saber que hacer. Cada vez su silencioso sonido me invade más el alma y me tientan a volar. Y yo les digo que ahora no, que no puedo volar. Necesito estar quieta e inmovil. Sin sentir, simplemente ser.

A lo lejos escucho una voz, una voz tan placentera que mis oidos, mis ojos y mis labios están paralizados por su dulce y maravilloso canto. Me quedo ahí escuchandola pero mis pájaros vuelven otra vez y me atacan. Me atacan, me invaden y me hacen no sentir. Les digo otra vez que ahora no, que no quiero volar. Me miran, se quedan callados, y vuelven a danzar entre los fondosos árboles amarillos de este otoño frío.