Desde hace unos años no entiendo el porqué de tu marcha. Sé que has huido a un lugar mejor, pero yo sigo sin entender porqué te has ido. Sé que nuestro adiós fue un adiós sin rencores, un adiós sin mentiras, un adiós indefinido. Pero ese dolor que aún conservo en lo más profundo de mi alma, sigue dándome caña cada vez que cierro los ojos, cada vez que llego cansada del trabajo, cada vez que llego a la cama y me acuesto. Me cuesta horrores pensar en ti, no lo puedo evitar. Sé que tu marcha me ha dolido y sé que jamás me voy a recuperar.
Hoy he empezado a leer mis diarios y he visto que no ha cambiado nada. Todo sigue igual que siempre. Me veo ante al espejo como un alma perdida incapaz de coger su rumbo, incapaz de coger el tren de su vida. Las vías se están descarrilando y no soy capaz de ver las cosas más dulces que te ofrece el mundo. Este mundo lleno de mierda. Este mundo lleno de hipocresías, donde el dinero llama al dinero. Donde ni el más santo puede tirar la primera piedra. Este mundo, donde solo huele a moho y estiércol. Este mundo en el que he nacido, he visto que tú eres mi única salvación. Tenerte a mi lado, durante ese tiempo, me hizo sentir viva, capaz de resolver mis miedos. Te necesito para poder romper todos los muros que la vida me impone. Te necesito para sacar adelante todo lo que me propongo. Pero, no puedo si sé que cada vez te alejas más de mí. Eres esa llaga que ralentiza mis cuerdas, eres esa balanza que calcula mis fracasos. Eres esa luz que nunca me abandona, eres ese dios pordiosero que me inhala de valor. Eres esa fuerza que hace levantarme cada día. Eres esa magia que irradia mis buenos momentos. Eres esa vida que nunca llegaré a vivir. Eres esa flor que jamás se marchitará. Por favor, con esto y lo que voy a contaros a continuación, espero que comprendáis el porqué de esta incómodo anonimato. Lo entenderán todo cuando les cuente el comienzo de mi fin, y por lo tanto el comienzo de una nueva vida.