lunes, 16 de abril de 2012

Absurdo y Frívola. Capítulo 1.


Capítulo 1: Una taza de aguarrás.

Era un día de esos en los que ni el café amargo me sabía a aguarrás. Era un día de esos en los que las ansiosas sábanas me pedían que me levantara y le dijera a la almohada que a veces no hace falta consultar con ella durante toda la noche. Era un día de esos en los que mi mujer, Frívola, se fumaba un cigarrillo antes y después del penúltimo polvo. Ella, tan insensata y tan valiente, que todo lo daba y todo lo recibía, me pedía el periódico de ayer para ver qué noticias escalofriantes aparecían en la portada del periódico matutino. Titulares como estos que le dejaban una huella intrínseca durante los primeros esbozos de un día caluroso: “Buenos días señores, no hace falta que se levanten. El día está soleado, todo está despejado y el pan está recién salido del horno”.


Mi nombre es Absurdo y soy un hombre bastante normal y corriente. Todas las mañanas, al parecer, tengo la obligación de despertarme con mi esposa, mujer hermosa donde las haya y extremadamente inteligente, que cada día a eso de las 10 de la mañana, me obliga a tener sexo; y no sólo eso no. Además quiere que la satisfaga y que la haga llegar al orgasmo. Encima, para más inri, desde hace ya un par de semanas,y no son pocas, se levanta con el pie izquierdo porque está empeñadísima en comprar otro chalecito; para poder así disfrutar cada uno (por nuestro lado, por supuesto) de “nuestros” amantes varios. Por cierto, con esto del rollo del sexo a tutiplein, se me había olvidado decir que tenemos millones y millones de euros regados por todos los paraísos fiscales. Desde Suiza, bastante cerca además de la casa del Fernando ese, hasta las Bahamas. En este último, mi esposa querida, desea montar ese maldito chalé para “nuestros” affairs con los famosillos de poca monta.


Sí, lo sé. No he dicho aún a qué me dedico. Pero no se preocupen, que a continuación, quedará todo muy claro. Soy de esos típicos políticos que se dedican a hacer lo que mejor sabemos hacer: prometer y prometer y llenar nuestros bolsillos de esos papeles verdes que nos ha ofrecido, sin ánimo de lucro, nuestro Dios más desvirtuado, el Banco. Pero el caso es que sí, mi vida es así de simple. Ahora lo único que anhelo es poder disfrutar de esta mañana veraniega, antes de tomarme mi taza de aguarrás y gozar de un buen polvo. Esta vez espero que Frívola consiga llegar al orgasmo, que si no, ésta me deja por el Fernando ese y me quedo sin un céntimo. Viviría en la ruina y en la miseria, donde la gente no tiene mas que pan y agua para alimentarse. Cruzaré los dedos para que mi vida siga así de tranquila y mi conciencia no me persiga todas las noches, donde esas almohadas malditas me arruinen hasta mis peores pesadillas.