Capítulo 1: Salida desde Stuttgart
Estamos en un tren, viajando desde Stuttgart hasta una parada cuyo nombre no recuerdo. Sí, ya sé que no soy original y que he plagiado al gran Miguel de Cervantes. Pero sí, eso es lo que quiero decir. No recuerdo dónde voy. Sólo sé que estamos sentados en un tren de línea irregular, cuyos sillones verde chillón reflejan ante mí una primavera llena de cosas muertas de alegría. Mi amigo Rigo está sentado junto a la ventana, a mi lado, callado. Está absorto en sus dibujos mientras observa por las largas ventanas de este antiguo tren cómo las nubes se transforman en tigres, osos, y otras efímeras formas cuya esencia sólo existe en el interior de su mente. No sabemos qué destino tomar, sólo tenemos la certeza de que nuestras vidas han dado un giro universal de una magnitud tan infinita que ni el mismísimo Dios puede alcanzar (no pretendo ofender a nadie, pero como ya saben ese Dios es omnipresente y todo lo escucha y lo ve). Quizás, él sí que sepa nuestro destino. Pero eso es una cuestión que no me preocupa en absoluto ahora mismo, ni creo que nunca. Así que no perdamos el tiempo y sigamos con nuestra historia.
Valeria y Rigo, viajan juntos desde hace tan sólo 5 días. Ella está absorta en sus pensamientos mientras disfruta de la compañía de su amigo Rigo. El cuál ha viajado desde tierras italianas para aprovechar unos días en una dulce y nueva etapa en Alemania. Ambos quieren vivir momentos intensos, así que deciden montarse en trenes y ver qué ocurre mientras viajan sin rumbo por Europa central. Se tienen el uno al otro, pero a la vez, sus miradas perciben un halo de tristeza porque ambos han sufrido por amor y están calmando sus almas en este viaje sin sentido.
Ahora, me decido a cerrar este capítulo. Así pues, sólo decir que tanto Valeria como Rigo, vuelan como los pájaros a medianoche y se regocijan de esta cálida primavera entre trenes y hostales.