domingo, 2 de febrero de 2014

La noche de los párpados

Tenía 20 años y aún no sabía cómo moverme,
era la ilusa de los sueños,
la que vivía en otro mundo
y la que lloraba en cada esquina.

Era aquella niña donde la inocencia había hecho 
su mayor fruto.
La rebeldía se había adueñado de los otros.
Ella no era más que sus libros y su poesía.

Lo que la rodeaba era una cuerda
de necios que no sabían sonreír a la vida. 
Solo pensaban en el día a día.
Las nubes pasaban de largo y
ellos ni sabían que era de día.

Mi patria era mi hogar,
mi alma era mi paz
y mi reloj nunca marcaba un tiempo atrás.
La duda de lo inexistente es que el idiota
no es capaz de ver lo que sus ojos le muestran. 
Y así, me fui a la vereda donde bailé con la textura
de lo fugaz. 

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