viernes, 21 de febrero de 2014

Nunca antes de las 3 de la tarde

La tarde, la noche y la mañana. Las concepciones del tiempo. Eso que pasa mientras tú haces otros planes decía uno. No sé. Yo me levanto y me acuesto cada día o, bueno, qué coño, cada dos días a veces. Las veces no son muchas pero tampoco son pocas...La verdad, es que eso del día y la noche es una cosa absurda donde las haya, ¿por qué dividir el día en dos? ¿es que no basta con media naranja para hacerte el jugo mañanero? Las personas somos fáciles de llevar al parque por la noche, pero difíciles de tocar cuando van a la playa. Yo me perdí hace mucho, mucho tiempo. Desde que me perdí no hago otra cosa que buscar, buscar un nuevo cajón donde meterme. Pero esta vez quiero uno bien grande. Donde esté cómoda, pueda estirarme y besar el cielo cada desayuno. No quiero equivocarme de nuevo. Basta ya de tanta energía rota. Las gaviotas se posan en la arena y dejan su marca para el recuerdo de los infantes. Yo en cambio, no soy tan lista como ellas. Yo me desnudo, habito mis pies descalzos y abrazo las colillas del infierno. En realidad, las veces esas que dije antes, se marcharon hace ya un tiempo. Un tiempo del pasado. He de librarme de eso. He de mirar sin las gafas empañadas. He de ir a la óptica y decirle a la señorita que no me vuelva a engañar. Porque mis ojos no ven lo que los demás ven. No estoy ciega, no tengo miopía, lo que yo veo son esos niños saltando en el tobogán del futuro. Un futuro nonato, un futuro hermano del pasado pero primo del presente. Un cosa es no morir por el jarrón de agua, una cosa es no vivir por el mar que arrastra aquellos pies desnudos. El charco se fue, ya no volvió. Me dejó vacía. Necesito abrir la nevera, descubrir el temor de que ya no hay nada ahi dentro. Está frío y me quema. Salgo de ahí y busco la azotea. Veo el cielo y lo abrazo. Eso es al fin al cabo la vida misma. Eso es lo que quiero cada día. Un abrazo al cielo. Un beso al suelo y dos gotas de ginebra para despertarme. 

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