miércoles, 12 de noviembre de 2014

Historias diarias. Día 1 (segunda parte): El bolígrafo de antaño.

Harta ya de escribir en bolígrafo. Qué pena, pues. Con esto de las tecnologías se ha perdido aquello de antaño, en el que los amantes de la tinta y el carbón lucían sus lienzos a través de palabras pintuagudas, agudas y cabizbajas. Sin embargo, hoy por hoy, todo es un caos informático. Ya nadie escribe ni con pluma, ni con lápiz ni usa una mísera goma. Ahora, el que escribe, escribe a diario en su blog, su bloc de notas, en sus muros y muchos etcéteras más. Ay madre mía si Lenin o Stalin o incluso Mussolini o Hitler levantaran cabeza. Oigo la palabra muro y me ruborizo. Un muro. Un muro caído hace ya unos años. Pero la gente de hoy, y yo, una de ellas, empeñada en seguir levantando muros. Caparazones de hierro. Soldaduras de plata y armazones de oro. Un caballo de Troya sería más fácil de destruir que los muros impalpables del presente. Si yo fuera ellos me preguntaría muchas cosas. Infinidad de cosas. Creo que estos cuatro más otros tantos, dignos de mención por su amor al arte, se reflejan de alguna manera en nuestras palabras online. Sí, digo online, porque las palabras que escribimos por estos lares ultramodernos, no me revelan otra cosa que la simple y ardua banalidad por sentirnos más fuertes, más sabios y más inteligentes. Más cultos si cabe y más adaptados a la vida de hoy. Pero, qué carajo, ojalá muchos de nosotros tuviésemos el placer de volver al pasado en esa máquina del tiempo que creó en su momento  H. G. Wells. Como iba diciendo, y repito, no somos más que la recopilación de muchas palabras escritas en un pasado y no tan remoto como se imaginan. Tal vez incluso, la relación espacio tiempo no es más que una conjura de necios (si usted señor Toole me permitiera, de estar vivo, robar esas palabras, aunque usted haya sido más digno de ellas y no sólo porque haya usado otros medios para utilizarlas,sino para recalcar aquí a mis lectores que no somos más que copias del pasado). Pero copias destartaladas. Rotas. Vacías. Manoseadas. Estropeadas. Violadas. Ultrajadas. Deshilachadas. Perdidas en el rumbo del infierno. Pero ya ven, mis palabras son como las de los demás, no me diferencio de nadie. Es más, estoy escribiendo esto en un blog. Y no me puedo sentir más orgullosa de decirle al mundo que sí, que ya no somos aquellos seres inocentes. Ya no reímos cuando una mujer escribe y se revela contra sus ideales. Contra su presente. Contra su propia muerte. Sólo reímos cuando vemos a alguien llorar o sufrir. Reímos de vernos a la cara todos los días para ver qué nos deparan las siguientes largas horas de nuestra existencia. De saber cuándo voy a morir, ay, lo que haría. Si pudiese montarme en esa máquina del tiempo, ay, lo que haría. Iría a mi Yo futuro. A mi yo del más allá para decirme que no hace falta que siga caminando. Que ya no basta con levantarse por las mañanas y ver amanecer. Me diría lo siguiente: ¿Acaso no crees que es mejor que vuelva hacia atrás para impedir que esto ocurra? Es decir, Yo futuro, ¿no crees que debería regresar al pasado y decirle a Wells que por qué demonios usó sus palabras para confundir a la gente con sus ridículas palabrerías? Y encima, Yo futuro, no las escribió por un teclado no, lo hizo con sus propias manos. Ese Wells escribió todas esas páginas con sus propias manos. Y yo aquí estoy comunicándome contigo a través de una máquna que creó el mismo. Ya no puedo decirte nada más Yo futuro. Me voy al presente, para poder seguir charlando con esta gente a través de mi muro.  

Días más tarde, Yo futuro decidió darse la vuelta y no volver jamás al futuro. No quería eso. Quería vivir. Vivir como Lenin o Stalin. Salir a la calle y ser directos. Matar. Asesinar al más débil. Pero al final y al cabo, ser alguien. Alquien que se mueve. Que hace algo. Que hace historia. Que su arma no es su palabra sino sus hechos. Lo importante es hacer no lo que haces. Ten en cuenta eso y serás feliz. 


jueves, 22 de mayo de 2014

No quiero

Aquel día que me dijiste eso. Aquel día en el que mis oídos sintieron un nuevo amanecer. Aquel día cuando creía que hablabas en serio. Pero ahora ya todo cambió. Ahora no sé qué decir. Me siento floja de palabras, porque las palabras se las llevó el viento hace tiempo. Ya no creo en ellas, me han mentido, me han desarmado por completo. Ya no creo en sus significados. Las evocas y se marchan con el fuego, se marchitan porque no llegan a buen puerto. Ahora soy yo la que no está bien pero debe seguir adelante. Sola, completamente sola. Las mentiras me atraparon y me dejé llevar. El mundo que imaginé me dio un tropezón y se fugó por la puerta trasera de mi casa. Creí esas palabras, las saboreé, las besé y las acaricié durante segundos. Minutos. Horas. Pero, después de ver que ellas me engañaban, me quité el velo y vi que esto no podía seguir así, vi que todo era una farsa con payasos y marionetas. Era aquella marioneta desalmada, aquella marioneta rota, aquella marioneta ilusa de palabras y de sueños incumplidos. Fui tonta al principio, y lo sigo haciendo ahora, fui ingenua aquel día y lo sigo siendo ahora. Realmente no sé que he perdido, tampoco sé lo que he ganado. Pero sé que al menos yo si sentí. Sentí hasta quedarme sin habla, sin fuerzas. Llegué a lo más alto. A la cima, a la cúspide de este sentimiento. Viví de un recuerdo mucho tiempo y sigo viviéndolo ahora. Tengo miedo de seguir hablando. No quiero equivocarme de nuevo. No quiero arrastrarme. No quiero ser más la del olvido y la de los días de alcohol. No quiero ser la última piedra. 


martes, 13 de mayo de 2014

Momentos fugaces

Sólo momentos fugaces de felicidad. Eso es TODO. Momentos fugaces de felicidad. Ayer iba vagando por las calles, rozando la acera del olvido eterno. Pero fui incapaz de no mirar hacia atrás. Fui incapaz de soñar en lo fugaz de aquel momento. El efímero ocaso me salpicó de nuevo con su ironía contemplativa. A ratos, me imagino que estoy en un nudo de cuerdas rotas brincando hacia el otro camino. El camino del mañana, que es el que construyo cada segundo, cada minuto, cada hora. La primicia de los días de lluvia me nublan la vista y mis labios se congelan de miedo y son incapaces de moverse. Los momentos de la vida, los momentos de lo fugaz, son aquellos que lloramos cuando éramos unos niños.

viernes, 21 de febrero de 2014

Nunca antes de las 3 de la tarde

La tarde, la noche y la mañana. Las concepciones del tiempo. Eso que pasa mientras tú haces otros planes decía uno. No sé. Yo me levanto y me acuesto cada día o, bueno, qué coño, cada dos días a veces. Las veces no son muchas pero tampoco son pocas...La verdad, es que eso del día y la noche es una cosa absurda donde las haya, ¿por qué dividir el día en dos? ¿es que no basta con media naranja para hacerte el jugo mañanero? Las personas somos fáciles de llevar al parque por la noche, pero difíciles de tocar cuando van a la playa. Yo me perdí hace mucho, mucho tiempo. Desde que me perdí no hago otra cosa que buscar, buscar un nuevo cajón donde meterme. Pero esta vez quiero uno bien grande. Donde esté cómoda, pueda estirarme y besar el cielo cada desayuno. No quiero equivocarme de nuevo. Basta ya de tanta energía rota. Las gaviotas se posan en la arena y dejan su marca para el recuerdo de los infantes. Yo en cambio, no soy tan lista como ellas. Yo me desnudo, habito mis pies descalzos y abrazo las colillas del infierno. En realidad, las veces esas que dije antes, se marcharon hace ya un tiempo. Un tiempo del pasado. He de librarme de eso. He de mirar sin las gafas empañadas. He de ir a la óptica y decirle a la señorita que no me vuelva a engañar. Porque mis ojos no ven lo que los demás ven. No estoy ciega, no tengo miopía, lo que yo veo son esos niños saltando en el tobogán del futuro. Un futuro nonato, un futuro hermano del pasado pero primo del presente. Un cosa es no morir por el jarrón de agua, una cosa es no vivir por el mar que arrastra aquellos pies desnudos. El charco se fue, ya no volvió. Me dejó vacía. Necesito abrir la nevera, descubrir el temor de que ya no hay nada ahi dentro. Está frío y me quema. Salgo de ahí y busco la azotea. Veo el cielo y lo abrazo. Eso es al fin al cabo la vida misma. Eso es lo que quiero cada día. Un abrazo al cielo. Un beso al suelo y dos gotas de ginebra para despertarme. 

jueves, 13 de febrero de 2014

El adiós que nunca acabó

Cada vez que me miraba en el espejo, mis ojos me retaban para ver mi interior. Estaba fría, inerte, no sentía nada más que el agua del chorro rozando mis manos arrugadas. Hacía un día precioso fuera, el sol brillaba como nunca y el azul celeste se mezclaba con el color del mar. Pero yo lo veía gris opaco. Mis recuerdos me invadían de nuevo. Querían volver a sacudirme. Había dicho adiós pero los recuerdos me obligaban a verlo desde otra perspectiva. No sentía nada. Pero quería querer a esos seres. De hecho los quería, los quiero y siempre los querré. Sé que es un típico tópico el decir de este agua no beberé, pero aseguro que no hacía falta mucho para recordarlos como algo bonito, como algo sincero. Sin embargo, todo se truncó. Salió al revés de lo esperado. Me dieron patadas, me manosearon y se fueron tan panchos. No quería eso. Yo quería sentirlos aún. La despedida fue sincera, pero el adiós nunca acaba para mí, siempre queda algo entre esas llamas. Siempre queda algo que encender. Pero no, la vida no me dio otra oportunidad, me volví sucia, vacía. Necesitaba desterrar la verdad. No quería que esto acabara así. Los llamé por separado, les dije que deberíamos vernos una penúltima vez. Me bastaba con eso. No anhelaba más que ver sus rostros de nuevo. Pero ya era demasiado tarde. El amor que me unía ellos se había marchado a la francesa mientras me tomaba una copa en el bar de enfrente. Estaba decidida a buscarlos, pero el viento ya se los había llevado al otro lado del horizonte. Había algo que me retenía entre la gente. Quería salir de allí, pero mis piernas y mis brazos se congelaron durante minutos, horas, días. No hubo vuelta atrás. El adiós que nunca acabó me besó los párpados y se esfumó por la vereda. 

domingo, 2 de febrero de 2014

La casa del olvido

Se esfumó todo lo vivido,
se fue a la casa del olvido.
No vuelve, no camina hacia adelante.
Se quedó inmortalizado en lo negativo.

Vive de lo poco que sueña 
busca pero no encuentra.
El miedo es su mejor compañía
y lo besa cada mañana.

Se muere por vivir lo no encontrado,
excita cada beso robado.
Funde lo mágico y lo convierte en deseo.
Se ducha de pieles inertes
y se lame de su sed.

No es peor el que haya muerto
es peor que haya vivido y no haya
esparcido su sal de locura.

La noche de los párpados

Tenía 20 años y aún no sabía cómo moverme,
era la ilusa de los sueños,
la que vivía en otro mundo
y la que lloraba en cada esquina.

Era aquella niña donde la inocencia había hecho 
su mayor fruto.
La rebeldía se había adueñado de los otros.
Ella no era más que sus libros y su poesía.

Lo que la rodeaba era una cuerda
de necios que no sabían sonreír a la vida. 
Solo pensaban en el día a día.
Las nubes pasaban de largo y
ellos ni sabían que era de día.

Mi patria era mi hogar,
mi alma era mi paz
y mi reloj nunca marcaba un tiempo atrás.
La duda de lo inexistente es que el idiota
no es capaz de ver lo que sus ojos le muestran. 
Y así, me fui a la vereda donde bailé con la textura
de lo fugaz. 

Las sábanas de satén

Lo único imposible en la boca de tu piel
eran los años rotos por no haberte visto
dentro del satén de mi pecho.
He recordado este tiempo
como un tiempo sin alma,
como un tiempo roto de no tenerte conmigo.

he decidido ser yo la única que vele 
en este entierro,
voy a ser yo ahora la que
suelte la melena y te arrastre hasta 
mis entrañas.

Tus piernas ahora me abrazan,
tus suaves dedos ahora me susurran al oído.
Ahora solo estamos absortos mirándonos al espejo.
Reflejando los rostros de nuestro pasado.

El hoy eterno se hizo vacío.
Ya no quiero más un roto escondido detrás de esa espalda tersa.
Quiero saltar junto a ti 
a la luz de las velas.
Quiero esconderme detrás de tu pecho,
quiero rozar tu pelo
y vivir el momento de aquello 
que antaño vivimos.

Quiero sentir nuevamente esa fuerza 
dentro de mí,
quiero pensar en las sábanas de nuestra noche.
Quiero escabullirme de aquí
y sentarme junto a tu pies.

Fue entonces cuando me di cuenta
de que ya era imposible una rotura.
Era imposible que te fueras sin esa mirada.
Te quedaste y volvimos juntos al jardín. 

viernes, 31 de enero de 2014

Tu cuerpo me atrapa

Dormida entre las malvas sábanas 
con tu olor a miel.
Elévame y sedúceme con tu caricias.
La cama está triste cuando tú no estás. 

No quiero despertar de este sueño fugaz,
me atrapas y me dejas dulce y fresca.
Anhelo tu boca entre mis pechos 
y tu ente desnudo atrapa mi carne.

Desde aquel día que me robaste un beso
he decidido no alejarme más de tu cuerpo desnudo.
Haz de mí un ser divino,
haz de mí un ser cautivo de tu alcoba.

Solo queda la luz de las estrellas 
y el sol de tus dedos entre mi ser.
Hazme tuya y
no me escaparé de ese mar. 

Una fotografía en tu pecho.

París y tú, eran mi noche perfecta, 
eran el lugar idóneo para 
lamer tu lóbulo derecho.
Y me apetecía gozar bajo la lluvia.

La lluvia era pasajera, pero me arrastraba 
hasta la cama de tu pecho desnudo.
Te miraba en el espejo,
sonreías y entornabas las piernas.
Te acercabas rozándome con ellas
y me deslizabas con fuerza.

Se hacía tarde y debía irme.
Pero tu cuerpo negro me 
orientaba hacia la belleza de tu néctar.
Me acariciaste el pezón.

Me levantaste hasta el cielo,
lloré y fundimos nuestros polos
en esa cama de hostal.
Y ya no hubo tiempo,
de irse sin la belleza del adiós.